Me encuentro en el mismo lugar que hace dos mil años
mirando las estelas marcadas en esta habitación
adornada por cuatro lúgubres pintados de blanco
que me muestran despedidas cada vez más recicladas y lejanas.
Me encuentro conversando con tu mirada, estentórea e invisible
pensando en el quizá de este importuno imposible
pensando en que no quiero ser más carne de guillotina
pensando en el tráfico de tu boca herida.
El vapor del café se cuela por los sentimientos,
¡juega con ellos!
los arroja al viento para ver como chocan contra el suelo,
para ver como se desangran en mis lágrimas que caen por dentro.
Me gusta mi soledad hervida con sabor a hielo,
me gusta tu nocturnidad con olor a melancolía
mi lápiz son mis manos
y lo que raspo
no es un papel... es tu cuerpo.
Te extraño, debo admitirlo...
Pero este vapor va formando tu figura
y me calma la melancolía de verte partir
igual que este vapor que todavía se cuela
por las rendijas de mi alma partida.
Un atrevimiento de mi parte,
quiero que sepas,
que mis latidos gritan con tu presencia
que muero por tu sonrisa
y que te extraño más,
todavía más
de lo que te atreves a imaginar
es por eso que este vapor se parece tanto a ti.
Por que fuiste su inspiración
y por que ahora
serás este poema con quien me acuesto y hago el amor.
El vapor del café se fusiona con mi sombra y con ella...
desaparece...