Yo nunca resistí las despedidas...


Con su mezcla de muerte y precipicio

con el aroma amargo de la finitud

empalagando el ánimo

con esa luz de hielo matutino

que penetra debajo de los párpados.


Yo nunca resistí las despedidas

pero no sé por qué.

Me lo pregunto porque no ha supuesto

una sorpresa súbita casi ninguna de ellas.

He solido saber

con esa exactitud de los relojes

el lugar, el momento

la documentación y el escenario

en que sobrevinieron.


No hay engaño. El domingo seis

era un domingo sin ti. Estaba escrito

mucho antes que las lágrimas

anunciasen el fin

y todo fin es único.


Las despedidas son como el otoño

inevitables pérdidas

vienen puntuales con aviso previo.

Nadie puede acusar de su tristeza

a la pequeña hoja tiritando dormida

en medio del camino.


Yo nunca resistí las despedidas

porque en cada una de ellas se marchita la voz

de todas las personas que yo he sido

y ya no puedo ser.


M. V. C.